09 abril, 2011

Letras

Las palabras se escapan de la mano que escribe.
La mente las coloca cronológicamente y en su itinerario juega entre tachaduras, mayúsculas, gira en los párrafos, agiliza su trazo o se vuelve perezosa en una espiral, retomando el curso de una idea.
La frase que se dicta, parece transmitirse, en ocasiones con pesar y otras con fuerza.
La mano las imprime independientemente, suelta, sin escuchar que hay comas y puntos y tildes atrasadas y exclamaciones abiertas.

La mano que agilmente sostiene aquella letra, no quiere que le manden. 
La musa igual ordena.
Y así surgen palabras, relatos, poesías; 
un cuento que escondido en su nudo 
no tiene un desenlace que valga aún la pena.
Una frase perdida en un cajón espera 
aquel lazo que la encadene en la historia perfecta.
Y el campo de batalla donde todas se encuentran
es una hoja en blanco, donde no hay fronteras.

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