05 octubre, 2013

En el crepúsculo persiste


Cuatro pinturas fueron necesarias para retratar ese día en Oslo, cuando Eduard Munch, caminaba con sus amigos, cerca de los fiordos. Eduard sintió un grito infinito que atravesaba la naturaleza, rugiendo desde sus entrañas. El ruido de la explosión se había escuchado a miles de kilómetros. El sol, las nubes, el cielo se tiñeron de rojo sangre. Algo osado y triste se percibió en el aire. Krakatoa había estallado.

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