06 abril, 2011

Amor a primera vista

Se atrajeron desde la primera vez que se cruzaron en el curso. Como un presagio, que no advirtieron, su primer diálogo fue una discusión sobre cultura. Él comenzó a acercarse en los descansos de las horas de estudio, para compartir un café o un cigarrillo. Ella le hablaba de igual a igual, ignorando la diferencia de vivencias. Él la atrapaba con sus historias y relatos detallados de otros continentes y otras costumbres. Ella tenía veintidós años repletos de inocencia. Él con un cuerpo delgado y joven, le duplicaba la edad.

A los ocho meses que se conocían él por primera vez le dio a entender algún sentimiento. Ella se rió y dijo una frase inusual, creyendo que el elogio no era real. Pero él siguió esperando. Esperando el día, la hora, el lugar para besarla por primera vez.
Ella buscó mil excusas para alejarse y alejarlo. Utilizó desde mentiras, pasó por el desprecio y hasta llegó a simular que lo ignoraba, refugiándose en el estudio y el trabajo. El buscó mil excusas para seguir cerca. Caminaba cientos de metros de más, sólo para acompañarla unas cuadras, aunque fuese escoltada por muchas compañeras y compañeros de estudio.
Un día, él le contó todos los detalles de su vida, le hablo de lo mejor y lo peor, sin esconder ningún claro-oscuro. Hablaba a mucha velocidad y todas las palabras tardaban en ser absorbidas por ella. No escondió nada, ni su condición civil ni su resolución de separarse. La decisión ya estaba tomada.
Pasaron demasiadas tormentas.
La primera vez que se amaron, tuvo la dulzura que ella necesitaba por primera y la ternura que él no recordaba desde la última vez. A solas el mundo no existía. El mundo eran ellos. Fueron luz y fuego. Fueron pasión y piel serena. Fueron todo para el otro. Ella podía ver sus ojos claros aún en plena oscuridad. Él sabía el lenguaje de su piel aún dormido.
Después de tres años, decidieron vivir juntos, pero seguían existiendo demasiadas tormentas. La vida les dió dos hijos, hasta tuvieron una época que fueron felices, realmente felices. Pero cuando la tormenta exterior pareció calmarse, otra tempestad se instauró entre ellos.
Ella dejo de ser su princesa. Ella no sentía tener un lugar principal en la vida de él. Ella no soportaba sus celos y sus críticas. Él quería que ella siguiese siendo la misma persona que había conocido a pesar del tiempo transcurrido. Él no entendía por qué ella lloraba en la soledad de la noche. Ambos habían tenido que abandonar sueños personales que después de quince años pesaban en el debe.

Un día, lo que quedaba se rompió con un torrente de reproches.
Desde hace años no comparten la misma casa.
Solamente les queda el recuerdo, de saber, que alguna vez... amaron.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Cecilia

Gracias por contar conmigo para acompañarte en esta nueva andadura. Me siento feliz por poder leerte en esta faceta. Y te felicito. Has conseguido condensar en unas pocas frases una vida.

Te daré un consejo, si no te importa: trata de no cortar las secuencias con puntos y aparte. Por ejemplo:

"Se atrajeron desde la primera vez que se cruzaron en el curso.
Como un presagio, que no advirtieron, su primer diálogo fue una discusión sobre cultura.

Él comenzó a acercarse en los descansos de las horas de estudio, para compartir un café o un cigarrillo. Ella le hablaba de igual a igual, ignorando la diferencia de vivencias. Él la atrapaba con sus historias y relatos detallados de otros continentes y otras costumbres. Ella tenía veintidós años repletos de inocencia. Él con un cuerpo delgado y joven, le duplicaba la edad."

No sé si me equivoco yo, pero creo que ahí deberías haber puesto un punto seguido. Corrige eso, porque lo he visto a lo largo del texto y creo que muy bien.

Te felicito de nuevo y, por favor, no lo dejes. Tendemos a dejarlo cuando sentimos que no interesa a nadie o que no gusta. Pero no lo hagas.

Un beso!