07 marzo, 2013

Gente para el olvido

- A mi no me sirve -dijo Dios, con un dejo de humildad-. Estoy esperando que aprenda, así no me lo puedo llevar.

- En cambio yo más feliz no puedo estar y mientras más lo deje en esa tierra mejor será mi cosecha. Tú no te lo quieres llevar al cielo y yo por ahora, tampoco anhelo meterlo en el infierno.

Mientras esta conversación acontecía, en otro espacio tiempo, el susodicho seguía prodigando maldades, destrozando dignidades, aplastando ideas, despellejando las virtudes ajenas y vistiéndose con ellas, inventando mentiras, provocando calumnias, oscureciendo ilusiones, acumulando rencores…

Me imaginé su funeral, un día soleado. Como si la naturaleza también se alegrase de su partida. Con unos pocos conocidos rodeando un féretro cerrado, porque su orgullo ordenó que nadie lo vea allí, desprovisto del cúmulo de hipocresías.

Posiblemente nadie sabrá de su muerte hasta unas semanas después. Sepultado en una tierra sin nombre y sin foto, ya que sólo hubiese permitido una foto de joven (tal como sólo él se veía).

Sin música ni flores, sin llantos, sin murmullos. En un eterno silencio. En ese silencio al que sólo se van aquellos que no saben siquiera para qué han nacido.

Seguramente el diablo gane la partida.
Esperemos que Dios lo empate, borrando su recuerdo en la memoria de quienes lo padecieron.

No hay comentarios: