16 mayo, 2011

Mi remanso


Todos necesitamos un ser como vos cerca. Quizás por eso llegaste a mi vida.
Para ser la persona con quien comparta los silencios de un mundo interior.

Desde bebé siempre fuiste tranquilo, observador, dulce.
Con una inteligencia prodigiosa que en algunos momentos me atemorizaba por no sentirme a la altura de las circunstancias.
Aprendiste a escribir en una computadora a muy corta edad y mucho antes que lo hicieses manualmente. Al finalizar tu jardín de infantes me llamaron, ya que les asombraba tu lectura, ellos consideraban que los chicos de tu edad sólo podían entender algunas letras que le eran familiares.

Durante la época del colegio me angustiaba no verte estudiar y luego me asombraban tus notas. Tus dibujos siempre me maravillaron porque se que tenés un don especial.
Tu mundo interior es mucho más grande que el universo que nos rodea, por eso siempre miré hasta los mínimos gestos que realizás, porque ellos expresan mucho más que todas tus palabras. Tu mirada y tus reservas también hablan.


He aprendido a conocer lo competitivo que sos con vos mismo.
El complemento ideal de tu hermana.
El hijo de las bromas sutiles, sin lastimar a nadie.
La persona de las frases justas en el momento oportuno.
Mi remanso. Tu forma de ser es como un lugar de calma para mi alma.

¿Qué estarás haciendo en diez años?
¿Qué camino trazaste en tu laberinto interior?
¿Qué necesitarás de mí que aún no te haya dado?
Me despertás miles de interrogantes y quisiera poder tener todas las respuestas para dártelas a tiempo.

Pero por sobre todo espero que sientas todo lo que los amo.
Que este amor te haga lo suficientemente fuerte para la vida.
Que la familia que no te pude dar no sean un peso para ser feliz en tu futuro.


(A Ricardo Matias, mi remanso)

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